viernes, 9 de mayo de 2014

Flor de otoño.

Las hojas coloradas de otoño
anuncian la llegada del nuevo tiempo
para mi alma:
los recovecos del sentir
más profundo, una rebeldía incipiente
que aún no se hace piel, y dentro de mi carne hay
huecos que ha dejado tu ausencia, e incluso tu presencia
hace cuestionarme el influjo que provoca el enamoramiento:
el peligro de perderse y no volver a encontrarse jamás;
o quizás que el miedo a romperlo todo con los dientes me haga no hacer
lo que debo: y no me encuentre, sólo por el miedo a perderlo todo. (Quizás debería...).

Soy impulso de libertad, soy miedo y soy fracaso: puedo ser una hoja de otoño que se marchita,
puedo ser una flor vibrante, puedo ser el cielo encapsulándose en una mitad:
mi virtud no tiene tiempo...

Estoy jugando a tener veintiún años, jugando a desenvolverme y marchitarme,
volver a crecer, a encontrarme, dándole la cara al mundo, y enfrentándome al dolor.

Genero conflicto, soy multitudinaria: mi alma no acepta negativas, busco incansablemente
el sabor de la libertad, erro, me equivoco, la cago cien veces.

Hago daño, provoco sufrimiento, soy desconsiderada, y empapo la sangre de los demás con el hielo de mi corazón, con el hierro de mi pensar, con la tragedia de mi voluntad.

Estoy muerta, no existo,
me desintegro junto a la puesta de sol temprana del otoño.

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