
Érase una vez una niña. Una niñita, pero muy chica. Vestía un vestido color lila, con pequeños estampados con forma de diamante color rosa. Esta niñta tenía un papá, un papá muy grande. La niña amaba a su papá con todo su corazón, y claro. Era “papá corazón”. Él en sus trajes llevaba siempre un estampado de corazón de color rojo. La verdad era un prendedor, que se ponía todos los días en los diferentes atuendos que usaba. Este papá era un personaje muy connotado en el lugar donde vivían, y aunque a él no le gustara, debía usar ropa muy formal y cambiarse todos los días. A veces usaba unas chaquetas azules muy bien planchadas y pantalones del mismo color. Otras veces incluso debía ponerse corbata. Cuando era así, ponía su prendedor de corazón sobre la corbata de color amarillo, la única que tenía. Nadie le decía nada por el prendedor vistoso que siempre llevaba, de hecho era conocido por él. Su pequeña hija se lo había regalado, pero no se lo regaló por el día de su cumpleaños ni por el día de su santo. No. Se lo regaló un día común y corriente –aunque claro, estrictamente ningún día es común y corriente, esto papá corazón se lo había enseñado muy bien a su hija- y por una razón muy simple. Papá corazón trabajaba en algo muy especial e importante. Era una especie de “enviado especial” en una gran misión que se estaba gestando en todo el planeta, y papá corazón era el encargado de esta misión en la zona donde vivían. Esta misión es sencilla pero muy compleja de explicar, no tanto por la explicación misma sino por los lectores de este cuento, que seguramente no la entenderían con pocas palabras. Pero, citando a la pequeña niña, que cuando le preguntaban por la labor de su papá respondía que él se dedicaba a “cerciorarse de que todas las personas, sin excepción, debían preguntarse quienes eran ellos”. Quizás nunca encontraran la respuesta, y de hecho pasó varias veces... (Algún día os contaremos del destino de aquellos individuos). Esta misión era sumamente importante, ya que una vez, papá corazón le había mostrado a su pequeña hija en una plaza mientras daban un paseo, que la mayoría de los que estaban ahí jamás se habían hecho esa pregunta. Todos actuaban mecánicamente, movían sus brazos, levantaban sus piernas y hasta conversaban unos con otros, pero nadie se daba real cuenta de que estaban haciendo eso: moviendo sus brazos, levantando sus piernas y comunicándose. Sin embargo, el rol de papá corazón era simplemente, dejar la duda en cada individuo del sector. Ni más ni menos que eso. No se dedicaba a dar grandes charlas ni cátedras sobre el sentido de la vida, tampoco dictaba consejos sobre como vivir mejor o ser feliz. Simplemente, preguntaba ¿quién eres? Para algunos esto puede sonar fome, incluso inútil, pero créanme, si TODOS los habitantes del planeta lo hicieran, las cosas estarían muy distintas. En fin. Ya habrá momento de hablar más de esta gran misión. El punto es, que luego de ese paseo por la plaza, la niña al llegar a su casa, tomó unos restos de género rojo que había e hizo un bonito corazón, que se lo regaló a papá como agradecimiento por ser su papá, y además, como agradecimiento de formar parte de esta labor y que se sintiera siempre acompañado, y no se olvidara de lo más importante: llegar al corazón de todas las personas.
1 comentario:
eres una sofista,
y no sé como digo eso si no he leído ese libro,
todos tenemos una sofía dentro, yo además tengo una a mi lado:)
me gusto mucho esta entrada, es como tan "de cuarto :)", no sé, como "madura" jajjajaj
es optimista en este muro de los lamentos xdd
quisiera una intervención, el ultimo día de clases! :D una super-intervención callejera.
quisiera que alguien recibiera un libro de un otro (no sé quien ni cual ni de quien:D) solo lo sé y creo que creo saberlo.
habrá faroles esta fiesta? o algo inesperado ocurrira? dejemos un poco de tiempo al tiempo y esperemos tranquilos(las), van surgiendo nuevas cosas en el camino, todos los días.
HOY bien fuerte y claro, HOY no han habido cambios de colores.
la mano de morrison está chueca.
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